Las
altas temperaturas que suelen aparecer durante el verano pueden favorecer el
riesgo de deshidratación o complicaciones cardíacas, en especial en personas
mayores de 65 o menores de 5 años, en pacientes con historial de cardiopatías,
o en quienes trabajan al aire libre o en lugares calurosos.
Esto
se debe a que el calor obliga al corazón a bombear más de lo habitual para que
la sangre active las glándulas sudoríparas y éstas puedan realizar su trabajo,
aumentando la transpiración y reduciendo la temperatura corporal. Pero en las
personas con enfermedades cardiovasculares, la capacidad de aumentar el flujo
sanguíneo se ve limitada, por lo que el corazón no logra compensar las
condiciones climáticas y puede generar síntomas como cansancio, congestión
pulmonar y hasta un infarto de miocardio.
Entre
los síntomas más comunes provocados por el calor se destacan:
● Mareos
● Náuseas
● Problemas
visuales
● Fatiga
● Confusión
● Irritabilidad
● Taquicardia o baja de presión
● Pérdida de conocimiento
Para
disfrutar de un verano cardiosaludable se recomienda evitar exponerse al sol
durante las horas de mayor temperatura (entre las 10 y las 17 horas) y evitar
los cambios bruscos de temperatura, ya que pueden modificar la frecuencia
cardíaca.
Por
otro lado, se aconseja no realizar ejercicio físico en condiciones de mucho
calor o humedad, sino aprovechar los momentos donde la temperatura desciende, a
primeras horas de la mañana, o después de la caída del sol.
Por último, es importante utilizar vestimentas livianas y de colores claros, evitar la ingesta de alcohol y mantenerse constantemente hidratado para compensar la pérdida de líquidos provocada por la transpiración.