El
riesgo de que las mujeres padezcan una enfermedad cardiovascular durante el
embarazo ha aumentado considerablemente en los últimos años. Esto se debe a dos
motivos concretos: por un lado, el aumento de la edad a la que las mujeres
tienen su primer embarazo; por otro, la mejora en los tratamientos para
personas con cardiopatías congénitas, lo que permite a las mujeres alcanzar
edades en las que pueden plantearse tener un hijo.
Estas
mujeres requieren cuidados específicos y una monitorización estrecha durante la
gestación, ya que las enfermedades cardiovasculares pueden suponer un mayor
riesgo no solo para su salud, sino también para la del feto. Durante el
embarazo, el sistema cardiovascular puede verse estresado debido a los cambios
que debe realizar para adaptarse a las necesidades metabólicas de la madre y su
bebé. Esto genera, por ejemplo, que el corazón de la madre se agrande y que
baje la tensión arterial durante el embarazo, para luego aumentar durante el
parto y la etapa post parto.
A
nivel mundial, el mayor problema cardiovascular es la hipertensión arterial,
que afecta a entre un 5% y un 10% de las embarazadas. Sin embargo, esta clase
de males puede variar mucho dependiendo del diagnóstico cardiovascular previo
al embarazo, la función cardíaca de la madre y otras enfermedades asociadas
como diabetes, sobrepeso o colesterol alto. Por este motivo, es fundamental
realizar un estudio cardiológico exhaustivo a las embarazadas, que incluya
estudios como ecocardiogramas y electrocardiogramas, entre otros.
En
definitiva, es recomendable que las mujeres con riesgo cardiovascular se
realicen estudios previos al embarazo para poder tomar una decisión informada
sobre si concebir o no dependiendo de su riesgo individual. Y en el caso de que
queden embarazadas, es fundamental que tengan un control individualizado por
parte de su cardiólogo, ginecólogo y, en ocasiones, incluso de su psicólogo
para poder llevar el embarazo a término con el menor riesgo posible.